Hola, me llamo Elizabeth

Nací en Girona, ciudad donde viviría toda mi juventud, comenzaría mis estudios, y curiosa por conocer mundo, encontré en el campo de la aviación, una carrera profesional que me daría la oportunidad de hacerlo.

Un sueño que duraría casi veinte años y que empezó de niña, cuando miraba con entusiasmo mi bola del mundo, aquella que de noche encendía.
Este sueño tomó fuerza el día que nos fuimos de viaje de fin de curso. Era la primera vez que entraba en un aeropuerto y me subía a un avión, me sentí muy feliz. Ese día decidí que quería ser azafata de vuelo cuando fuera mayor. A lo largo del tiempo, terminé haciendo el curso de tripulante de cabina. Entonces me animé y me fui al Golfo Pérsico para trabajar para una compañía aérea, con el fin de hacer realidad mi sueño, aquel que disfruté durante cinco años.

Unos años llenos de intensidad que me permitieron cumplir muchas ilusiones. Una de ellas viajar sola y con destino al umbral del Reiki. Haría un par de años, que por casualidad y por primera vez escucharía sobre Reiki, terapia milenaria curativa. Muy atraída por todo lo que leí al respecto pedí cita. Después de un año y feliz de como me sentía le pregunté a mi terapeuta, ahora amiga, cómo iniciarme al Reiki, quería que llegara a más gente y desde entonces realicé los diferentes niveles, hasta la Maestría.

Es aquí donde empieza mi camino como terapeuta de Reiki. Y realmente me gustaría compartirlo contigo. Reiki es la energía universal del amor y con ella espero que encuentres esa serenidad que buscas.




Reiki Chōwa



Reiki Chōwa



Reiki Chōwa

Viajes

En la sección que te hablaba sobre mí mencioné que me fui de viaje a Japón.

Con una reserva hecha y lista de cosas por ver, entre las más importantes, visitar el Santuario de Kurama, empecé mi viaje.

Ahora ya solo quedaba subir al avión con dirección Kioto. Pasadas nueve horas de vuelo llegué al aeropuerto de Nagoya y desde allí cogí Shinkansen, nombre dado al tren de alta velocidad, para aproximadamente treinta y cinco minutos más tarde aparecer en Kioto, llegando así a mi destino final.

Me quedé allí durante siete días. Aproveché que Kioto es pequeña para hacer alguna ruta fuera de la ciudad, escogí ver Nara donde viven más ciervos que personas, también Uji famosa por su delicado te, y en especial recuerdo pasear por un camino llamado el camino del Filósofo, en el que vi los cerezos en flor.

Así me fueron pasando los días, cada día que pasaba mas atraída me sentía por aquella cultura. La gente se mostraba muy amable, ordenada y educada.

Finalmente, llegó el día que tanto tiempo estuve esperando, la visita al monte de Kurama. La idea era salir de Kifune, pasear por el Santuario, terminar en un onsen y después de comer ir a Arashiyama, un bosque lleno de cañas de bambú.

Recuerdo ese día como un día único, quería ver dónde Mikao Usui había recibido esta energía que luego él daría a conocer.

Kifune no es un pueblo muy grande, así que inmediatamente empecé la ruta hasta llegar al santuario de Kurama. El sendero hasta el templo es corto, son cuatro quilómetros y no tiene ningún tipo de dificultad a excepción de las raíces que con mucho cuidado tendrás que esquivar. Por lo demás el camino es mágico, los olores del bosque, la altura de los árboles, los santuarios que se ven durante el recorrido, todo hizo que disfrutara del shinrin yoku, así es como los japoneses llaman al caminar por el bosque conscientemente.

Una vez allí, un japonés me explicó la historia de aquel santuario. Me dijo que aquí mucha gente había venido a hacer retiros y que como Mikao Usui habían encontrado la iluminación; también lo que representa el triángulo que se ve en el suelo de caras al templo y que puedes ver en la foto donde me encuentro encima de el. Representa Sonten, y los seis puntos que rodean el triángulo son las seis formas en las que interactuamos con el mundo que nos envuelve. Me dijo que, si te parabas encima del triángulo y mirabas el templo, sentiría una energía que te hace ser consciente del poder que hay dentro de ti. Después de toda esa explicación, y con lo curiosa que soy, fui y me posicioné encima. Quizá, la explicación condicionaría mi experiencia, pero lo que si recuerdo fue sentirme muy bien, aproveché para recitar los cinco principios del Reiki.

Agradecida y satisfecha le di las gracias y me fui al onsen. Aquí tuve tiempo de procesar todo lo que me había sucedido a lo largo de ese maravilloso día.

¿Está interesado en una sesión?